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Sagrados Titulares

Ntro. Padre Jesús Caído

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La autoría de Jesús Caído se desconoce, ya que no existe, o al menos, no se ha encontrado, ningún dato bibliográfico o marca o firma alguna que certifique que la imagen ha salido de un artista concreto.

Para poder atribuir certeramente la obra, se ha fijado un arco cronológico, mediante documentación y archivos. En la hermandad de la Veracruz, no es hasta 1727 cuando se obtienen las primeras referencias documentales de la imagen de Jesús Caído, en una nota de compra de un trono a la hermandad de Jesús Nazareno. A esto hay que sumarle la importante referencia de la cruz procesional del Caído, que refleja el año de 1719. Por tanto, para atribuir la imagen, se ha de encontrar a un escultor cuya vida laboral esté comprendida entre 1652 y 1719, con especial preferencia en los años cercanos a 1675, ya que se dieron las condiciones idóneas para sufragar dicha obra.

Podemos reconocer la imagen del Señor, de tamaño algo más pequeño del natural, que se presenta semi-caído, con una rodilla apoyada en el suelo y una mano apoyada en una roca, con actitud de levantarse. Porta en su hombro izquierdo la cruz, sujetándola con la mano. Se presenta vestido con túnica morada anudada con cíngulo dorado y encajes en el cuello y mangas, y destaca su actitud sumisa y compasiva, muy serena y sin señas de dolor.

Jesús cae al soportar el gran peso de la cruz, que son nuestros pecados, pero se levanta del suelo y continúa su sacrificio para salvar a la humanidad. Es ejemplo de conducta para el buen cristiano que, aunque caiga continuamente en el pecado, ha de ser fuerte y sacrificarse, no sólo por sí mismo, sino por el prójimo.

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La franja cronológica avala lo ya deducido a través de sus características estilísticas, es decir, Barroco, enmarcado de manera rotunda en la escuela granadina. No solo los típicos rasgos de cabellera natural, rostro afinado y de barba puntiaguda sin exceso de detalle, ojos de cristal con pestañas y un dolor lascivo. También los distintos análisis generados confirman la pertenencia a esta escuela por la técnica en la que fue realizado, como una policromía original muy pálida entonada a partir de una imprimación de color rojizo y con multitudes veladuras, con abundantes moratones y sangre; rasgos por tanto, de una indudable y férrea estilística granadina.

Lucena, enclavada en las fronteras que marcan las influencias de la escuela de Sevilla y Granada, posee obras de los grandes imagineros de ambas, por lo que no es inusual encontrar obras de esta tipología repartida por las diferentes iglesias y hermandades. La congregación de María Santísima de la Paz y Santa Veracruz tenía en su época más dorada titulares de los grandes maestros de la escuela Sevillana (Jesús de la Columna de Pedro Roldán o Virgen de las Angustias de Blas Molner) y destacados escultores granadinos (el Lavatorio de Pedro de Mena o Jesús Preso, de la escuela de los Moras).  No obstante, existe una serie de escuelas locales, muy influenciadas por alguna de las dos grandes andaluzas ya citadas, que complica más la atribución. Es el caso de la escuela jienense, muy relacionada con la de Granada, y que en los primeros años del siglo XVIII tiene como principal exponente a José de Medina, autor malagueño pero que se establece en Jaén cuando es llamado para trabajar en la Catedral. En dicho traslado, se sabe que pasa por Lucena, sin conocer el motivo ni el periodo de estancia, por lo que se puede abrir una hipótesis de autoría. Más posibilidades de ser el autor de Jesús Caído tiene su hijo, José Mateo de Medina, que también es escultor. Éste se casa con una lucentina en 1750 y establece su domicilio en esta localidad, realizando algunas obras como Nuestra Señora de la Aurora, que comparte algunos rasgos fisionómicos con la imagen que nos atañe, pero su cronología no. Por último, también existe un escultor poco conocido, Juan de Arrabal que, aunque nace en Loja, se establece en Jaén, aunque su nacimiento es coetáneo a la ejecución de la obra.

Dentro de la que podríamos llamar “escuela lucentina” mucho más reconocida por las labores de yeserías y decoraciones ornamentales, muy propias del Barroco y que alcanza cotas, según algunos autores, de Rococó, encontramos un escultor al que se le han reconocido obras de madera. Es el caso de Pedro de Mena Gutiérrez, autor entre otras obras de la magnífica urna del Santo Entierro, que es portada por seis ángeles ceroferarios. Dichos ángeles, guardan mucha similitud con los dos que lleva Jesús Caído a sus pies desde tiempo inmemorial y que están sin documentar. No obstante, el aspecto anatómico de los seis ángeles es de rigurosidad dudosa y no guardan especial similitud con la imagen del nazareno.

Definitivamente, es mucho más probable que pertenezca a la escuela granadina propiamente dicha que, por la cronología, se reduce a varios talleres como son el de los Mora, el maestro Torcuato Ruiz del Peral y José Risueño. La primera de ellas, por causas evidentes de estilo, no entra dentro de las posibilidades barajadas. Ruiz del Peral queda prácticamente descartado, ya que nace en 1708, y no es en 1725 cuando se establece en el taller de Diego de Mora y, pese a que la obra que se nos presenta puede ser de juventud, es muy excesiva la que tiene este imaginero en 1719 (11 años). Todo apunta a que José Risueño, o alguien bajo su supervisión, gubiase la imagen de Jesús. Esta atribución ha sido la postura más escogida por los historiadores, ya que coincide plenamente en aspectos cronológicos, geográficos y estilísticos.

Para conocer un poco los rasgos de la primera etapa de José Risueño y poder corroborar esta posibilidad, nos atenemos a la descripción que hace Sánchez-Mesa “Pese a enmarcarse en el final del Barroco, desarrolla un barroquismo que no cae en excesos, como se diera en el rococó, ni presenta actitudes declamatorias y arrogantes, propias de la época. Morfológicamente, estudiando los rostros de sus imágenes cristíferas, se pueden establecer aspectos comunes, como las barbas, agrupadas en mechones, y el volumen delimitado en sus contornos y en su dibujo lineal, conseguido con rítmicos y finos cortes de canutillo. El modelado del rostro, de perfecto dibujo, de ajustados volúmenes en superficies tensas, que no plasma aún la blandura de la carne, ni la naturalidad de las arrugas”.

Como se puede adivinar en esta descripción, la fisonomía de Nuestro Padre Jesús Caído encaja a la perfección con las particularidades del maestro Risueño. Quizás, para sopesar dicha hipótesis, sea necesario contrastar esta imagen con alguna documentada del artista granadino para convencernos de las muchas posibilidades que este artista tiene de ser su autor.

No obstante, existen dudas incitadas tras el estudio de la técnica realizada para ejecutar al Nazareno. Se dan las circunstancias de que el soporte, sobre todo de la peana, parte de un embón constituido por pequeñas piezas, de diferente naturaleza, en lugar de piezas rotundas bien ensambladas. Dichos ensambles son de dudosa calidad y están dispuestos de manera desigual, es decir, sin seguir el orden o direccionalidad lógica de las fibras y anillos de crecimiento de las piezas que lo componen. Esto, que se podría entender como un aprovechamiento del material en piezas más marginales, o bien poca profesionalidad del maestro ensamblador, no es del todo propio de un maestro de tanto prestigio, que gozaba de buena consideración ya por sus contemporáneos. Tampoco responde del todo a su nombre la menor calidad del cuerpo, frente a la solución que muestra la cabeza o las manos, en comparación con algunas obras documentadas. Por tanto, se puede apuntar que es una obra procedente de su taller, en la que solo el busto y las manos han sido trabajadas por el maestro, y el resto de la pieza ha sido finalizada por sus oficiales y aprendices; o bien que se trate de una obra de juventud o aprendizaje, en el que su esmero se haya centrado en las partes más nobles y visibles de la imagen, no llegando a alcanzar la misma calidad el resto de la pieza. No obstante, estamos frente a una obra de exquisito gusto, calidad y fuerza expresiva, que consigue su objetivo una vez la pieza está concluida, ataviada y completada, tal y como se concibió desde su génesis.

La imagen ha sido sometida recientemente a dos intervenciones. La primera de ellas tuvo lugar en el año 1990 por parte de Justo Romero Fabero, que ya había intervenido numerosas imágenes en esta localidad.

María Stma. de la Salud

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La advocación de María Santísima de la Salud tiene su origen en Nuestra Señora de la Paz, titular de la extinta Venerable Congregración de María Santísima de la Paz, Santa Vera-Cruz, Muerte y Oración.

 

Se trataba de una imagen de Gloria que acompañaba a los demás pasos de esta Archicofradía en el desfile procesional del Jueves Santo. Después de la extinción de la Archicofradía de la Vera-Cruz, esta talla fue utilizada como Esperanza por la Cofradía de la Columna durante algunos años.

Desde 1987, se incorpora esta imagen a la estación de penitencia de nuestra Cofradía acompañando a Nuestro Padre Jesús Caído. Para dicho año, fue intervenida por Antonio Budia, quien realizó la adaptación de la antigua imagen de Gloria a Dolorosa, y tras lo cual realizó estación de penitencia en un sencillo trono de metal niquelado con fondo negro y ataviada de riguroso luto. Fue ya en el año 2002 cuando pasó al color morado actual junto con el nuevo trono de metal plateado, tras una restauración de la imagen por parte de Gema Araceli Carvajal.

 

Ante el planteamiento de realizar una imagen dolorosa que cumpliera las funciones estéticas acordes con la hermandad, y para salvaguardarla de intervenciones no ortodoxas que modificasen su fisonomía original, se decidió su retirada de culto.

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Existe un proyecto, a largo plazo, de poder recuperar esta imagen en su iconografía original, de Nuestra Señora de la Paz, como tercera titular de la cofradía de Jesús Caído, y poder devolver al pueblo de Lucena tan primitiva imagen, titular de la más antigua cofradía de la localidad, y de gran valor histórico y sentimental.

En el año 2010 se bendijo la nueva imagen de María Santísima de la Salud, obra del escultor lucentino D. José Daniel Henares Paredes, hermano de nuestra cofradía.

Esta obra ha sido causa de la nueva revolución estética que está adquiriendo este paso de palio, tornando al estilo decimonónico pre-juanmanuelino.

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