

Fragmentos Literarios
Teniendo en cuenta la gran importancia que tiene el patrimonio literario en el mundo cofrade y cristiano, se decide crear esta sección, en la que podrá encontrar todos los fragmentos literarios que con el paso del tiempo pregoneros, hermanos y devotos han ido dedicando a nuestros Sagrados Titulares, sirviendo este medio para que no queden en el olvido y estén a la disposición del pueblo de Lucena.
Pregón de D. Francisco Angulo Servián (1985)
“Y llegamos al día grande de nuestra Semana Mayor, el Jueves Santo, el gran día del amor.
Lucena así lo entiende y vive, tenemos el triángulo perfectamente marcado, tradición, santería y cofradía, y en el centro, el amor de los amores, y Lucena que sabe reverenciar a su Dios sacramentado, adorna sus monumentos, con trenzado de oraciones, y le ofrece hermosos tronos de amor, que con auténtica fe, cincelan sus corazones.
En la mañana de este gran día, también nos vamos a detener un poco, para mostrarla someramente a quienes la conocen. Es normal, todos se preparan para la gran procesión de la tarde, la asistencia a la misa de la Cena del Señor y visitas a los monumentos, mas como digo, en esta mañana, hay una actividad especial, se trata de las visitas a los templos por parte de la santería.
Ya han terminado los mayordomos de dar los últimos retoques a los pasos. El clavel que estaba torcido, el foco aún no centrado, algunas velas que faltan, más todo ya se ha arreglado, es ya casi mediodía, y un santero ha “llegao”, con mucha paz en el semblante y su cuerpo “relajao”, quiere ver bien al Cristo de su amor, porque después con las prisas y cumplir en la procesión, no puede ni mirar “pa arriba”, ahora la goza mejor, a su Cristo preferido, al que dará su dolor.
En sus ojos, hay ternura y máxima emoción y casi sin darse cuenta, “prendao” de tanta hermosura, sola, brota su oración: Señor, dame fuerzas, dame brío, que bien te quiero pasear, quiero mecer tus claveles con la mayor dignidad, también te lo ruego Dios mío, no te vayas a olvidar, de todo cuanto te “pío”, por mis padres, por mis hijos, por mi esposa y lo demás, por tantas cosas mi Cristo, que a ti te vengo a contar, quiero ser santero tuyo y sudar en tu varal, para purificar mis faltas y amarte cada día más.
Así es nuestra santería, no se puede pedir más, con razón se oye un dicho, que lo dice todo y más, ¡es caballero cubierto, ante su Divina Majestad!
La tarde del Jueves Santo, en nuestra ciudad es de impresionante belleza, tanto en su aspecto procesional como en el devocional.”
Pregón de D. José Jiménez Beato (1986)
“Y por la calle Flores, Jesús se levanta dolorido, ha caído. Sus santeros se esfuerzan en compartir el peso de su cruz, no quieren que vuelva a caer, y, sin embargo, cae. Sus nazarenos se acercan, quieren, con sus cirios, alumbrar su camino, pero, aún caerá otra vez. ¡Dios, Padre Nuestro, que no caiga tu Hijo otra vez, danos fuerza para evitar su caída!
Nuestro Padre Jesús Caído, titular de la Cofradía a la que pertenece el Pregonero. Cofradía muy unida, entrelazada con la Santería, muestra palpable de que se puede ser santero y cofrade a la vez.
¡Nuestro Padre Jesús Caído!,
que este Pregón
sea para Ti,
mi mejor oración.”
Pregón D. Manuel Gutiérrez Molero (1996)
"Primero fuiste Esperanza, cuando mi único manijero y quien tanto me enseñó, era tu hermano mayor. En su amor cofrade te coronaron Reina de la Esperanza lucentina: belleza hecha canon de perfecta simetría. Hoy, porque tú quieres seguir junto a nosotros y porque Antonio, en su limpia devoción mariana se preocupó de ello, eres Reina de la Salud. Eres bálsamo y refugio, el consuelo y bendición. Eres lucero para la oscura noche del Jueves Santo lucentino; eres magnolia perfumada, escogida en el jardín florido de este pueblo, que sufres al ver a tu hijo Caído bajo el peso de la cruz. Eres Virgen y Señora de mi corazón cofrade, fragancia encendida en sueños de primavera y rosa de amargura entre el clamor encendido de tu barrio."
Pregón D. Antonio Crespillo Guardeño (1999)
“Pero el Jueves Santo también nos reserva, pleno de sencillez, entre el cielo y la tierra donde hunde su rodilla, la imagen de Jesús Caído. Del Caído de Blanes, remanso donde vivir santería grande, en la tarde que Santiago tiñe de intenso rojo columnero su llanete.
Parece que la colina
De piedra dura y abrojos,
En los claveles más rojos
La viertes en mi retina;
Y con pureza argentina
Tu cruz gravita caída,
En tierra rodilla hundida,
Rota el alma de amargura,
Y aun así, a la altura
Te alzarás dando la Vida.
No todos los ojos maldicen la burla de la cruz. Jesús Caído nos pide adentrarnos en la historia del día a día para ayudarle a subir al patíbulo, y sus ojos, velados por la agonía, buscan a la Madre porlas murallas del Coso.”
Pregón Dª. Magdalena Rueda (2001)
“Cristo Caído.
María, nuestra Madre, sólo puede hacerle ver que la Salud de su alma será capaz de soportar todos los pesares y sufrimientos que el cielo le quiera mandar, ya que desde el instante de su Concepción se entregó en cuerpo y alma a las decisiones del Padre Dios.
Camino del Calvario, insultado, despreciado, como tantos y tantos hermanos nuestros, a los que la vida ha ido empujando y haciendo caer.
Es a ellos a quienes debemos de ayudar.
Ellos a quienes debemos de levantar y defender.”
Pregón D. Antonio Molina Contreras (2007)
Cae bajo el peso de la Cruz.
Jesús Caído al salir de Santiago.
El peso le aplasta. La fiebre le ciega.
Las heridas sangran.
¿Por qué no se hunde el universo entero?
¿Por qué no tiembla el orbe geométrico
de todos los espacios?
No des un paso más, Señor,
hasta que el orden de las cosas esté cumplido.
Quizás debamos comprender que la cruz
hunde, aplasta, atornilla al suelo,
como pesada prensa del molino.
Pero caer y levantarse es del hombre
dinámica propia del camino.
Pregón D. Miguel Muñoz Egea (2013)
Santiago seguía respirando por doquier aire puro de Jueves santo con la salida de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima de la Salud.
Tras el varapalo que le supuso a Zacarias la muerte de su esposa y dos hijos, conoció lo fuerte que a veces golpea la vida a las personas, como también aconteció a Jesús que cayó tres veces con su pesada cruz camino del calvario.
Cuanto me gustaría, Jesús,
besar la huella
donde tu rodilla por tres veces
fue gubia prisionera,
gubia que al suelo
despertó en madera.
Señor, tu cuerpo esta arrodillado contemplando el vergel de flores de tu hermandad, pero tu agotadora y plateada cruz te avisa que en tus caídas todo esta crecido. Crecido por tu cielo desplomado que al corazón caído lo levanta mas hacia arriba cuanto mas caído estás. Y tú, Virgen de la Salud, extremosa eres como pocas al querer paliar con lozanía el dolor de tu hijo que, sin la ayuda de un cireneo, deambula de un lado para otro sin saber a ciencia cierta donde está el ultimo de sus alientos.
Pregón D. José Luis Roldán del Valle (2018)
- María, pero en este pueblo también se tiene fe.
Fe en tu hijo y fe en ti.
- Ya lo se Juan, lo se...
Y también se
que restauraron una pequeña ermita
dedicada a Dios Padre
para albergar en su interior
a esa pregonada Fe
junto a un Sagrado Lavatorio
y a mi hijo Preso.
Preso y amarrado por el dolor.
Y también se
que dicen un pregón cuaresmal del que siendo su orador nuestro querido Gaspar
este pregonero de hoy fue su presentador.
-Llevas razón María,
pero ese pregón no fue en Dios padre,
sino en la Iglesia de Santiago.
Templo genuino y lucentino dónde los haya.
Allí podremos tener un poco de Esperanza.
Al final siempre hay que confiar en eso,
en la Esperanza,
y en que aparecerá una luz.
A esa luz
los lucentinos le rezan
bajo la advocación de Salud.
Y tú lo sabes María,
los lucentinos tienen esperanza
en que tu derrames sobre ellos
el manto de la salud.
-Juan, ¿Esperanza me dices?
¿Salud?
Si mi hijo, antes Preso, ahora se ha Caído,
y cuando lo levanten lo amarraran a una Columna
para darle el mayor tormento
que imaginarse pueda.
Con la mirada al frente
y su espalda en carne viva,
irá a hombros de sus santeros,
sin pausa, pero también sin prisa,
y, cuándo pasen por esa calle estrechita
que aquí llaman de las flores,
no habrá brisa ni olores
para mitigar mi angustia.
Después... después en cualquier plaza
o en la calle que aquí llaman del Alcaide
me tropezaré con mi hijo crucificado
y lleno de Sangre
y es entonces cuándo mi Dolor será el Mayor,
el mayor y el mas grande.
Presentación calendario Hermandad de Tambores por Francisco López Salamanca (2007)
El calendario (...) se asoma ahora por la ventana abierta de febrero a la noche intensa del Jueves santo que ya se intuye tras el quiebro de la última esquina del invierno.
Llega a la página del segundo mes del año, la imagen de Nuestro Padre Jesús Caído, como surgido de una antigua estampa de la ancestral cofradía de la Santa Veracruz a la que perteneció. Saliendo de las sombras avanza la triste imagen de Cristo, derribado por la fatiga y el dolor en su caminar hacia la muerte; arrodillado sobre las duras piedras de la vía dolorosa, agobiado por una cruz que nuestro pueblo quiso de plata.
Lucena pone cada año en la estrechez oscura de la calle Flores la luz de Cristo, único fulgor que puede de verdad salvar al mundo.
Y son los santeros, unidos como hermanos en el esfuerzo, con el trono altar que brilla en su plata, con la campana que anuncia que Jesús es el Hombre Salvador, avanzan resueltos y firmes, mostrando la verdadera luz, abriendo paso en las tinieblas con el resplandor salvador de Cristo alzado como una bandera.
Aquí, en lo difícil,
en lo estrecho,
es donde hacen falta los santeros,
los hombres generosos
del generoso esfuerzo;
los que saben decir
Padre mío, yo te llevo;
con orgullo,
a rostro descubierto
para que el mundo entienda
tu misterio;
la salvación que ofreces
escrita en tu evangelio.
Yo te llevo, Señor,
yo te paseo,
por las calles cuajadas
de corazones muertos,
para resucitarlos
y subirlos al cielo.
Jesús Caído mío
yo te levanto Señor y yo te llevo.
Extracto revista "El Torralbo" (2008)
Tu humildad se rompe. Tu angustia del huerto, tu sufrimiento, no son una comedia. Son el precio de nuestro pecado, que está clavado en tu cuerpo y en tu alma, y hacen que te vengas abajo.
¡Qué pena da verte, Señor! Cómo dijo Isaías: “Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en Ti nada sano” (Is. 1,6). Has perdido mucha sangre; te han llenado de heridas los latigazos, la corona de espinas te ha traspasado la cabeza, y te aplasta el peso de la cruz.
Pero hay algo que te levanta, que te mueve a recomenzar el camino: es el amor que nos tienes. Sabes, Jesús porque nos conoces, que al querer ir junto a Ti, caeremos una y otra vez. Y nos enseñaras, con tu ejemplo, que hay que mirar a la meta, que hay que ponerse en pie, sabiendo que es Dios quien nos anima, que son almas las que esperan ese esfuerzo.
Gracias Jesús, por esta lección, tan necesaria para nuestra debilidad. Cuando el peso de nuestras faltas, o el egoísmo, o la soberbia, nos lleven a decir ¡NO PUEDO!, ponte frente a nuestra así caído, deshecho, sin fuerza humana, y ayudanos a ser felices.
El peso de la cruz te domina y caes de nuevo. Otra vez sin fuerzas, extenuado por el peso de nuestros pecados. Y sin embargo, y humildad derrumbada vuelve a cobrar aliento.
Es Dios-Hombre quien sufre por mí, y no puede dejar incumplida su misión.
Es “el amor de Cristo, que supera y está por encima de todo entendimiento” (Efes. 3-14).
¡Qué difícil con palabras, Jesús! No sabemos qué decirte. Sólo te miramos y te miramos y nos encontramos con esa mirada tuya, donde descubrimos un mundo de paz, de serenidad, de perdón, de entrega. Y al mirarte despacio entendemos que nos repites que esta nueva etapa que empiezas, la sufres también por nosotros, por mí. Que tu gran objetivo, al cargar de nuevo con la cruz, es movernos a hacer lo mismo cada vez que caigamos, dándonos la seguridad de que Tú irás siempre por delante.